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CARTA ESPAÑOLA DE LAS MONTAÑAS
Equipo Redactor
María José Aramburu
Rosa Fernández-Arroyo
José Luis González
 Revisiones
Eduardo Martínez de Pisón
Javier Donés
Pedro Nico/as
José María cerdá
El  documento que se presenta constituye el segundo borrador de la Carta  Española de las Montañas y recoge las conclusiones elaboradas en el  ‘Seminario sobre conservación y Desarrollo Sostenible en áreas de  Montaña’ celebrado en Valsajn (Segovia) 
. CARTA ESPAÑOLA DE LAS MONTAÑAS Preámbulo
Conscientes  de que las montañas españolas constituyen una reserva de paisajes,  ecosistemas y hábitats característicos que acogen a una vasta diversidad  de flora y fauna, una reserva de recursos hídricos, y que además  encierran un rico patrimonio cultural e histórico,
En  el reconocimiento de la interdependencia del ser humano con el medio  ambiente, pero también de la amenaza que para este último constituyen  las crecientes presiones causadas por las actividades humanas,
Convencidos  de la necesidad de preservar los valores naturales, paisajísticos y  culturales mencionados anteriormente, ya que su deterioro o desaparición  supondrían una pérdida irreparable, y por el contrario su conservación  representa un beneficio colectivo para el conjunto de la sociedad y el  reconocimiento de los derechos de las generaciones venideras,
C’onsiderando  que las áreas de montaña constituyen el lugar de residencia y el medio  de vida de las poblaciones de montaña, y por tanto se ha de tener en  cuenta su opinión y favorecer su participación activa,
Ante  la necesidad de resaltar que la conservación del medio de montaña  constituye la clave para el desarrollo equilibrado y el bienestar de sus  pobladores a través de la utilización y el disfrute racional y  sostenible de sus recursos, que garantiza, además, la continuidad de los  servicios ambientales tangibles e intangibles y de los valores  objetivos y subjetivos que representan las montañas para el conjunto de  la sociedad,
Convencidos  de que la gestión eficaz y la conservación de las áreas de montaña  precisan una acción concertada y consensuada de las autoridades  estatales y autonómicas, agentes económicos, habitantes de las montañas,  visitantes y otros actores implicados, así como de una legislación que  las respalde,
Habida  cuenta que, la crítica situación ambiental y social de la mayor parte  de las áreas de montaña de todo el mundo, llevó a la Asamblea de las  Naciones Unidas a declarar el año 2002 como Año Internacional de las  Montañas, y de que los procesos de reflexión y debate que se han  producido a lo largo del mismo han generado una multitud de encuentros  de trabajo, congresos, convenciones y conferencias internacionales,  cuyos resultados se han plasmado en todo un conjunto de recomendaciones e  informes, citándose como más representativos:
•  las recomendaciones e informes elaborados con ocasión de la Cumbre  Mundial de Bishkek, celebrada en octubre del 2002 como evento culminante  del Año Internacional de las Montañas,
•  la Conferencia Europea Preparatoria del Año Internacional del  Ecoturismo 2002, y especialmente el informe sobre Ecoturismo en Áreas de  Montaña,
•  la Recomendación 40 sobre ecosistemas de montaña del Plan de Aplicación  de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible de 2002, celebrada en  Johannesburgo,
•  las recomendaciones del Capítulo 13 de la Agenda 21 y especialmente el  Convenio de Diversidad Biológica, el Convenio Marco sobre Cambio
Climático, el Convenio de Lucha contra la Desertificación y el Foro Forestal de Naciones Unidas,
•  todas las resoluciones y recomendaciones relativas a las áreas de  montaña, adoptadas por el Consejo de Ministros, la Asamblea  Parlamentaria y el Comité de las Autoridades Locales y Regionales del  Consejo de Europa,
•  la Recomendación 14 (1995) deI Comité de las Autoridades Locales y  Regionales de Europa, la Recomendación 1274 (1995) sobre el borrador
de  la Carta Europea de las Regiones de Montaña, de la Asamblea  Parlamentaria del Consejo de Europa, y la Recomendación 75 (2000) sobre  el borrador del Convenio Europeo de Regiones de Montaña del
Consejo de Europa,
• el Convenio para la Protección de los Alpes de 1991 y sus protocolos,
• el Convenio Europeo del Paisaje de 2000 y los informes resultantes de las posteriores Conferencias de las Partes,
•  todos los encuentros y manifestaciones de colectivos montañeros,  ecologistas, culturales y sociales que tanto en Europa como en España  han
convergido en la necesidad de una protección activa y urgente para las zonas de montaña,
Se  declara, como OBJETIVO del presente documento el establecer los  principios, directrices y recomendaciones para el diseño de políticas  integrales capaces de garantizar la protección de las montañas  (preservar sus valores naturales, paisajísticos y culturales) como única  vía para garantizar la equidad, el bienestar y el desarrollo  equilibrado de sus habitantes, satisfaciendo, a la vez, las  aspiraciones, intereses y expectativas espirituales, recreativas,  éticas, científicas, intelectuales y vitales del conjunto de la  sociedad.
Para  este fin, es necesario que las recomendaciones establecidas en la Carta  Española de las Montañas se integren de la manera más completa posible  en las normativas básica, autonómica y local en materia de conservación  de la naturaleza, políticas sectoriales y de ordenación del territorio.
Para  el logro de este aspecto, resultará muy conveniente la articulación de  un mecanismo de coordinación capaz de garantizar la integración de las  recomendaciones de la Carta en la planificación y la gestión, así como,  laintegración horizontal de las diversas normativas, mecanismos e  instrumentos administrativos y financieros relacionados con la política  de montaña.
Por  último, y teniendo en cuenta la diversidad, distribución y  heterogeneidad de las montañas españolas, parece necesario que las  recomendaciones de la Carta se adapten a cada área a partir de estudios  de análisis y ordenación territorial y de acuerdo con sus  características específicas, garantizándose la eficacia y la proximidad  de las condiciones de su aplicación mediante el cumplimiento del  principio de subsidiariedad.
Definición para las “áreas de montaña
Dado  que las actuales definiciones que se aportan desde la Unión Europea son  muy generales, incluyen elementos no aplicables a nuestro territorio o  tienen un carácter parcial por su vinculación a sectores o disciplinas  concretas, es necesario determinar y aprobar una definición común para  las áreas o regiones de montaña, que se adapte a las características  peculiares de nuestro país. Este hecho facilitará que cada Comunidad  Autónoma pueda delimitar y catalogar estas zonas a partir del conjunto  de su territorio, con el objetivo de establecer para ellas políticas  concretas y hacerlas efectivas dentro del marco general de su ordenación  territorial.
Por  tanto, queda pendiente de un proceso conjunto de reflexión la  definición para área de montaña, en el entendimiento de que dicha  definición debiera estar basada en los términos generales de las que se  proponen desde la Unión Europea y los organismos internacionales,  adaptándose a los rasgos propios de las montañas españolas e  incorporando, en la medida de lo posible, criterios paisajísticos,  topográficos, bioclimáticos, socioeconómicos u otros que se consideren  significaLíneas Directrices de ActuacWn para el logro de los objetivos
1. Premisas fundamentales para las políticas de montaña
El  alto grado de naturalidad y diversidad aún presente en las montañas  españolas; la calidad, belleza, exclusividad y significado cultural de  los múltiples paisajes de sus valles y cumbres; la originalidad y  funcionalidad de sus ecosistemas y el rico legado histórico que  encierran sus culturas, representan en su estado de integridad, y en el  contexto nacional, europeo y supranacional, el principal activo  económico para los pobladores de las montañas y un auténtico valor en  alza para el conjunto de la sociedad.
Por  lo tanto las políticas de montaña deben tener su base conceptual en la  conservación y, en su caso, recuperación de dicho patrimonio, y su  objetivo estratégico debe ser la puesta en valor y gestión racional de  todos los recursos protegidos, a fin de contribuir a garantizar el  bienestar de las comunidades de montaña y el cumplimiento de las  expectativas de toda la colectividad.
Las  políticas de montaña deben tener en cuenta el papel fundamental de las  comunidades montañesas en el mantenimiento de los paisajes y valores  naturales y también su dilatada contribución cultural a la riqueza de  dicho patrimonio.
En  consecuencia, el conjunto de estas políticas debe desarrollarse desde  la perspectiva del reconocimiento social de dicho papel prioritario,  reconocimiento que debe objetivarse en forma de diversas  contraprestaciones que garanticen oportunidades para el bienestar, la  dignidad y el pleno desarrollo de las iniciativas de sus pobladores.
Es  aconsejable, a tenor de lo expuesto, un esfuerzo de reflexión que  conduzca a un enfoque integral de las políticas de montaña de manera que  éstas atiendan satisfactoriamente y simultáneamente a los tres  elementos clave:
1. conservacíón prioritaria del patrimonio,
2. puesta en valor del patrimonio así preservado como base fundamental para el desarrollo y el bienestar local, y
3.  contraprestación equitativa para los pobladores de montaña como  reconocimiento del papel que desempeñan en beneficio del conjunto
de la sociedad.
Cada  uno de estos elementos o ejes debe debiera cubrirse a través de  políticas sectoriales propias, normativas, mecanismos administrativos e  instrumentos financieros, que se articularán en forma de planes,  programas y proyectos enmarcados en las directrices de las  correspondientes políticas de la Unión Europea y que, por racionalidad y  proximidad, deben implementarse a favor del principio de  subsidiariedad. La eficiencia de este proceso político y la satisfacción  de los objetivos será tanto mayor en función del éxito en la  participación social, y en la medida en que se logre optimizar la  coordinación; se aprovechen las ventajas de la cooperación a través de  las sucesivas competencias administrativas (local, comarcal, autonómica,  estatal y comunitaría); se logre, también, la integración horizontal de  las políticas y demás instrumentos jurídicos, administrativos y  financieros; y se incorpore, por último y deseablemente, un mecanismo  idóneo de seguimiento y oportuna corrección.
EJE 1: CONSERVACIÓN DEL PATRJMONIO
En  las áreas de montaña, el carácter natural y no transformado supone en  sí mismo un activo de primer orden, favorecedor de toda ulterior puesta  en valor a efectos de un desarrollo económico equilibrado. Esto es así  hasta el punto de que las deficiencias en la conservación pueden llegar a  comprometer la propia filosofia del desarrollo sostenible, en la medida  en que, en las montañas, el deterioro ambiental significa en muchos  aspectos una verdadera pérdida de oportunidades. Por lo tanto,  garantizar el estado de integridad y naturalidad de las montañas  españolas debe constituir la principal prioridad y el objetivo básico de  toda política de montaña.
2.- Conservación del medio y los recursos naturales
Todos  los valores naturales del medio de montaña (paisajes, especies,  ecosistemas, ftinciones) son exclusivos, irrepetibles e insustituibles, y  su deterioro o destrucción son irreparables, significan una pérdida  definitiva para la colectividad y van en detrímento espiritual, ético y  moral de las generaciones presentes y venideras.
Por  lo tanto es de la mayor importancia partir del imprescindible esfuerzo  previo de conocimiento y catalogación de las diversas categorías de  bienes naturales específicos de las montañas para, a continuación,  definir localmente los objetivos y prioridades básicas de conservación  de estos recursos y por último estudiar, establecer y cumplir los  programas más adecuados para cada objetivo.
Dichos  programas deben contemplar los distintos elementos relacionados con la  conservación —sociales, económicos u otros- y buscar soluciones  participadas socialmente. En cada caso, será conveniente la integración  de los objetivos individuales (es decir, conservación de recursos  concretos, como el agua, la calidad del aire o la biodiversidad) en  estrategias para sistemas amplios —por ejemplo, protección de paisajes,  cumbres, bosques, cuencas...- de acuerdo con los requisitos de  ordenación del territorio. A su vez, la evaluación ambiental estratégica  de los distintos planes, programas y proyectos que constituyan factores  de afección, será una herramienta de primer orden a la hora de  establecer las necesarias actuaciones y valorar márgenes de riesgo y  seguridad para la sostenibilidad de la utilización de los recursos.
Allí  donde existen, las diversas figuras de protección de espacios  representan instrumentos idóneos para la conservación integrada de todos  los valores del medio de montaña, a la vez que favorecen un desarrollo  económico ambientalmente correcto. Estas figuras deben extenderse a  otras áreas en la medida que sus valores así lo exijan.
En  los espacios protegidos, las limitaciones del uso público deben estar  bien sustentadas en el conocimiento científico de los riesgos, daños y  valores existentes, con el objeto de no cercenar de forma arbitraria la  necesidad de disfrute y desarrollo de la personalidad de los individuos.
Donde,  por diversas razones, no sea procedente la aplicación de las figuras  clásicas de protección, es conveniente estudiar y articular otros tipos  de sistemas flexibles de protección, que integren eficazmente los  objetivos locales de conservación y los compatibilicen con la  satisfacción de los intereses del bienestar local.
3.- Rehabilitación de paisajes y espacios de2radados
Los  esfuerzos en esta línea favorecen la conexión de paisajes y hábitats,  mejoran el aspecto del entorno allí donde las actuaciones urbanísticas,  industriales u otras han dejado huellas inadecuadas (canteras,  vertederos o el caso muy notable de las abandonadas y ruinosas  edificaciones e infraestructuras de represamiento en muchos lagos  pirenaicos), crean empleo y ofrecen oportunidades para reconducir parte  de la presión turística y descargar lugares ambientalmente frágiles. En  el mismo sentido de protección, rehabilitación de hábitats y paisajes, y  lucha contra la erosión, cobran gran importancia los programas de  reforestación y recuperación de bosques, restauración de sotos y  comunidades de ribera, reforestación de tierras agrícolas abandonadas y  otras formas de recuperación de la cubierta vegetal.
4.- Conservación y mejora del patrimonio arcluitectónico
El  inventariado, catalogación, rehabilitación y realce de edificios y  demás elementos arquitectónicos en pueblos y entornos rurales crea  empleo y tiene sentido y potencial como recurso cultural, económico y de  identidad local. Del mismo modo, la recuperación de calzadas, puentes,  acueductos, y el mantenimiento de vías pecuarias y antiguos caminos  juega un papel relevante en la funcionalidad del territorio, la calidad y  diversidad paisajística, suponiendo recursos potenciales al servicio de  aspectos recreativos y culturales para locales y visitantes. 5.-  Recuperación del legado cultural
Una  parte importante del conocimiento histórico y el saber tradicional,  derivado de antiquísima observación y acumulación de experiencia, está  sólo en las mentes y memorias de personas ancianas, de ahí que su  recuperación sea. al mismo tiempo, un placer cultural, un merecido  homenaje a sus depositarios y un tributo a las generaciones presentes y  venideras. Una razón añadida para la incorporación de estos  conocimientos al acervo común es, con frecuencia, su interés científico  como antiguos y válidos registros ambientales, climáticos o etológicos,  mientras que en otros casos constituyen un capital para su  revalorización económica, como sucede con las músicas, bailes, festejos,  oficios y artesanías.
EJE 2: VALORACIÓN DEL PATRIMONIO PRESERVADO, COMO BASE PARA EL DESARROLLO ECONÓMICO
El  conjunto de actividades (multiactividad) que propician la utilización  diversa, sostenible y racional de los distintos recursos patrimoniales,  debe favorecerse institucionalmente, a través de varios mecanismos, como  opción económica realista -y con frecuencia exclusiva- para el  desarrollo equilibrado en las áreas rurales y en particular para las  zonas de montaña.
6.- Agricultura, ganadería y sector forestal
Existe  un amplio consenso en destacar la agricultura y ganadería de montaña  (producción de alimentos, mantenimiento y protección de paisajes y  ecosistemas), y la vinculación del ser humano a su entorno, como  premisas necesarias para el mantenimiento del equilibrio territorial.  Este reconocimiento técnico, extendido al contexto institucional y  social, concede vigencia renovada a oficios antiguos cuya viabilidad  actual requiere, no obstante, investigación, actualización,  organización, flexibilidad y apoyo.
Por  su rentabilidad y potencial comercial tiene sentido aunar la innovación  tecnológica con la recuperación y revalidación de conocimientos,  técnicas, especies ganaderas y variedades de cultivo localmente  eficientes. Pero igualmente cobra un nuevo interés económico la  producción de calidad (agricultura ecológica e integrada, carne y  lácteos de calidad), el cultivo de especies aromáticas, medicinales y  planta autóctona para jardinería y rehabilitación de espacios  degradados, y asimismo la adaptación, implantación y aprovechamiento de  sistemas agroforestales nuevos y tradicionales.
Para  todos los usos citados es importante la gestión ecocompatible de los  subproductos agroganaderos, la modernización y adecuación de la  maquinaria agrícola, y la innovación tecnológica y corrección de  impactos para instalaciones ganaderas, pistas forestales y sistemas de  riego. Todas las actividades agroganaderas en montaña deben realizarse  según criterios de elevada calidad ambiental, y deben recibir apoyo  institucional en función de tres conceptos clave: primero, compensación  permanente por desventajas naturales. segundo, pago directo que  retribuya e incentive la conservación del medio y los servicios  ambientales; y tercero, medidas de tipo temporal para la realización de  mejoras estructurales que contribuyan a reducir las desventajas  materiales y a minimizar el impacto ambiental de las actividades.
En  el ámbito forestal, la gestión sostenible de los bosques debe  valorizarse a través de certificaciones oficiales de calidad, y  complementarse con un mejor aprovechamiento de los numerosos productos  forestales infrautilizados, como leñas, hongos, miel, piñas, frutos o  resinas.
Complementariamente,  es ftmndamental institucionalizar e implantar socialmente un auténtico  mercado de servicios ambientales que valore y retribuya los servicios  prestados por los propietarios y gestores de los bosques en aspectos tan  prioritarios como el control de la erosión, la prevención de incendios o  la protección de la biodiversidad y de los ciclos del agua.
7.- Sector industrial
Por  su idoneidad para el medio de montaña, debe incentivarse y  desarrollarse la pequeña industria sostenible relacionada con la  artesanía y la producción de calidad, con énfasis en la revalidación y  recuperación de los oficios y técnicas tradicionales: tallas, forja,  canteria, carpintería, cerámicas, tejidos y otras formas del saber  artesano. En el mismo sentido conviene promocionar de diversas maneras  la transformación de alimentos derivados del sector agrícola y ganadero,  para la producción de alimentos y especialidades gastronómicas locales  como embutidos, vinos, quesos, conservas, hierbas, esencias, miel o  aceites.
8.- Turismo
En  la medida de lo posible, es preciso evitar el dominio y dependencia del  turismo en el contexto del desarrollo rural, y en cambio conviene  aprovechar las ventajas de asociarlo a otros sectores económicos, de  modo que el turismo se apoye en, y a la vez rentabilice, los sectores  primario e industrial. El objetivo es que el turismo y sus servicios  asociados sean sólo una parte de la multiactividad económica en las  áreas de montaña, a fin de evitar la sobrecarga ecológica del  territorio, y también para asegurar una cierta autonomía y estabilidad  en caso de fluctuaciones en la demanda u otras eventualidades. En este  sentido, también la desestacionalización ayuda a mantener a lo largo del  año las rentas de los habitantes. En las zonas de montaña es  especialmente importante basar la oferta turística en la calidad y la  excelencia del entorno, el patrimonio y los servicios, como mecanismo  para, recíprocamente, adquirir cierto poder de selección sobre el tipo,  cantidad y grado de sensibilidad de los visitantes. Esto significa un  beneficio mutuo para receptores y foráneos, y también menor presión  sobre el medio natural, soporte de la actividad.
Para  las comunidades de montaña, resulta ventajoso planificar y desarrollar  racionalmente el turismo, asociándolo, por ejemplo, a las redes europeas  de ecoturismo responsable, que demandan alta calidad ambiental en los  servicios
-entorno,  alojamiento, calidad de! patrimonio cultural y urbanístico, alimentos,  infraestructuras, gestión y equipamientos urbanísticos-, lo que, a su  vez, estimula la multiactividad, redunda positivamente en la calidad de  vida, la autoestima y la sensibilización de la población receptora y  limita la masificación.
Por  el contrario, otras variantes turísticas asociadas con actividades de  alto impacto ambiental, como son las estaciones de esquí o la  construcción y uso comercial de teleféricos, provocan proliferación  urbanística desordenada, masificación estacional, diversas formas de  degradación del medio, monopolio económico y, en general, por varias  razones, una elevada pérdida de calidad en el entorno y también de  calidad de vida para los habitantes habituales de la zona.
9.- Actividades innovadoras
La  necesidad de garantizar la viabilidad económica, pero también  ambiental, de los procesos locales de desarrollo, hace que sea  fundamental basarse en cuidadosos estudios de análisis territorial con  el fin de explorar y establecer posibilidades nuevas para la  valorización sostenible de los recursos, especialmente en el caso de las  áreas de montaña más castigadas por la especulación y la explotación  turística, y en el otro extremo, en las zonas más críticamente  marginadas y desfavorecidas.
Corresponde  a las instituciones encauzar, coordinar e incentivar las iniciativas  privadas, o bien apoyarlas allí donde ya sean activas y, asimismo, tomar  en consideración y movilizar las diferentes vías de financiación  apropiadas para las diferentes fases de su puesta en marcha.
Por  motivos de coherencia con las necesidades de conservación, pero también  en función de la tendencia en las preferencias sociales, es muy  apropiado explorar toda la gama de recursos infrautilizados que pueden  asociarse a un turismo de tipo netamente cultural, incluyendo la  promoción de estancias docentes, formativas y de especialización en  diversas ciencias, artes, técnicas o antiguos oficios, así como los  campos de trabajo y estudio, los circuitos y rutas temáticas y  paisajísticas, o incluso la valorización de actividades tradicionales  abandonadas (ejemplo:
museos  de la minería). Otro ámbito para el desarrollo radica en el soporte  logístico y técnico para las actividades científicas y de investigación  aplicada, por ejemplo a través de la creación de redes de centros de  estudio en diversos campos y programas (biología, hidrogeología,  tecnología agraria, energías alternativas, ahorro de recursos,  prevención de riesgos naturales y seguimiento del clima, etcétera) cuyos  resultados y desarrollos pueden exportarse o ponerse al servicio de  otras áreas problemáticas.
Asimismo,  la rehabilitación del patrimonio cultural, de espacios degradados y  ecosistemas alterados, la reforestación o la recuperación de especies, e  incluso la integración de grupos sociales minoritarios y  desfavorecidos, constituyen otros tantos campos de acción aptos para la  formación de especialistas y para la creación de empresas de servicios  que pueden radicarse en áreas de montaña o incluso ser imprescindibles  en ellas.
10.- Desarrollo urbanístico
Infraestructuras  turísticas y segundas residencias suelen estar muy presentes en la  mayor parte de las zonas de montaña. Con objeto de minimizar su impacto  sobre el paisaje, los recursos naturales y en definitiva la calidad de  vida de sus pobladores, es fundamental establecer una planificación de  calidad basada en la autolimitación racional, la ordenación del suelo y  el control de la especulación, junto con la armonización arquitectónica  de las nuevas construcciones con respecto a las tradicionales y a las  características del entorno, evitando la dispersión urbanística y el  consumo injustificado de suelo.
Los  desarrollos urbanísticos nuevos deben supeditarse a las  infraestructuras y servicios existentes, sin sobrepasar la capacidad de  carga local y utilizando en lo posible el patrimonio arquitectónico y  cultural ya existente.
En  el mismo sentido, es de gran importancia procurar una adaptación al  confort moderno sin menoscabo del legado de la arquitectura rural, para  lo que deben establecerse y seguirse patrones o guías arquitectónicos  basados en los elementos propios de cada hábitat rural.
11.- Agua y Energía
La  calidad y disponibilidad de las aguas superficiales y freáticas, como  recurso imprescindible para el mantenimiento de las comunidades  biológicas, para las poblaciones de montaña y también para el uso humano  en el llano, debe ser en todo momento una prioridad. Es preciso incluir  en este cómputo las aguas retenidas en zonas de cumbres, glaciares,  aguas kársticas y capital hídrico de suelos forestales. Es prioritario  prestar una atención especial a las alteraciones del recurso ya desde  las zonas de alta montaña, en las que las instalaciones de alojamiento  turístico y esquí constituyen un importante potencial de contaminación y  detracción.
Asimismo,  y por razones ecológicas, paisajísticas, fhncionales, económicas y de  seguridad humana, es de la mayor importancia la conservación de los  tramos altos de los ríos y el control de la erosión, evitando  infraestructuras, represamientos y canalizaciones injustificadas.
En  cuanto a la energía, las poblaciones montañesas deben poder  beneficiarse de modo preferente de las instalaciones locales de  producción hidroeléctrica. En otro orden de cosas, es apropiado el  establecimiento de políticas de descentralización energética que  incentiven la instalación doméstica y colectiva de energías renovables,  así como la incorporación de criterios de protección del paisaje y los  hábitats en todos los proyectos energéticos para entornos de montaña.
EJE 3: CONTRAPRESTACIONES A LA POBLACIÓN LOCAL
El  principio de equidad social ante las desventajas naturales que impone  la montaña a sus pobladores, así como el reconocimiento de los  beneficios que el llano y el conjunto de la sociedad obtienen de las  montañas, a menudo como consecuencia de buenas prácticas y también de  restricciones de usos por parte de sus pobladores, deben plasmarse a  través de un amplio abanico de mecanismos de compensación,  indemnización, incentivación, apoyo estructural y promoción, en el  entendimiento explícito de la necesidad de solidaridad social y  especialmente del liderazgo, consenso y participación local en todos los  procesos de protección, planificación y gestión de las zonas de  montaña.
12.- Servicios públicos y sociales
Es  de la mayor importancia garantizar los servicios básicos en condiciones  que deparen bienestar y calidad de vida para los pobladores y al mismo  tiempo contribuyan a la conservación de paisajes y recursos naturales,  asuman el impacto ambiental y mejoren la capacidad de carga local de  acuerdo con las necesidades de acogida de una actividad turística  racional y en equilibrio con el medio.
Este  requerimiento implica el apoyo institucional y la coordinación con los  colectivos y autoridades locales para crear o mejorar:
-  Servicios de suministro eléctrico, depuración de aguas residuales,  separación y gestión de residuos, y pavimentación de las vías públicas,  de
modo  acorde con el entorno arquitectónico tradicional. - Servicios públicos  básicos destinados a la asistencia sanitaria, educación, comunicaciones y  nuevas tecnologías, transporte, entretenimiento y deporte.
-  Servicios de apoyo social: guarderías, asistencia a la tercera edad,  apoyo a mujeres y jóvenes e integración de inmigrantes, incluyendo los  necesarios
servicios locales de información y fadilitación administrativa.
13.- Educación y cultura
Las  necesidades locales en materia de información, educación, formación  profesional, sensibilización ambiental y derecho a la cultura, en  condiciones de igualdad con el resto de la sociedad, implican la  creación o adecuación de infraestructuras y programas formativos  destinados a las siguientes materias:
- Profesiones vinculadas a la actividad económica en la montaña
(agricultura, gestión ganadera, gestión forestal, artesanía, elaboración y
comercialización de productos de calidad, hostelería, gestión turística e
idiomas, guías e informadores, monitores de deportes y educación
ambiental, técnicos en patrimonio arquitectónico y artístico, técnicos en
gestión ambiental, técnicos en rehabilitación de áreas degradadas, etc.)
- Educación ambiental, conocimiento y protección del medio de montaña y conservación de los recursos.
- Formación destinada a la gestión del desarrollo sostenible en el ámbito rural.
- Nuevas tecnologías de la información, y especialmente sus aplicaciones profesionales.
14.- Transporte y comunicaciones
Por  razones de equidad social y equilibrio territorial es necesario  combatir el aislamiento de las áreas de montaña, y articular apoyo  institucional para:
-  mejorar las redes viarias de acuerdo a las necesidades locales,  favoreciendo la conexión con las redes principales, evitando la  construcción de nuevas pistas y carreteras en áreas de dominio natural y  alta montaña, debido a sus repercusiones adversas para la conservación  de estas zonas de alta fragilidad ambiental y para la calidad de sus  paisajes. Así mismo, adecuación de las infraestructuras lineales  existentes para evitar fragmentación de hábitat y mortalidad de especies  silvestres.
- mejorar los sistemas de transporte público y promocionar su utilización por locales y visitantes,
- facilitar el acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación y a las oportunidades que comporta. 15.- Bienestar local
La  creación de oportunidades para el desarrollo económico en áreas de  montaña debe realizarse evitando sus efectos adversos para la  tranquilidad, el bienestar e incluso la propia sostenibilidad económica  de la vida de sus habitantes, como sucede allí donde el desarrollo de  tipo especulativo produce encarecimiento de los precios del suelo, la  vivienda y el coste de la vida para la población local.
Igualmente  deben evitarse situaciones relacionadas con la estacionalidad,  deficiente gestión y escasa idoneidad del turismo masificado estival o  de la nieve, como es el caso de muchos de los enclaves más promocionados  de la montaña española y numerosas comarcas alpinas europeas, en las  que problemas como la congestión, el tráfico, las dificultades de  aparcamiento, la contaminación, las basuras, el caos urbanístico y el  permanente estado de obras alteran la calidad y el normal desarrollo de  la vida diaria para las comunidades locales.
Asimismo,  las instituciones deberían simplificar los trámites administrativos  vinculados a la transmisión de tierras y al ejercicio de la  multiactividad, así como facilitar el asentamiento e integración de  familias exógenas especialmente en áreas despobladas y de población  envejecida, evitando la especulación ligada al suelo, llegando a  acuerdos para la utilización de viviendas desocupadas e incentivando el  equilibrio de los sectores económicos para impedir la excesiva  dependencia de los servicios en detrimento de lo agrario.
16.- Promoción, apoyo medidas económicas y sensibilización
Un  mecanismo bien consensuado de apoyo institucional y social es la  designación oficial y adecuada regulación de etiquetas o marcas de  calidad montaña, aplicables a alimentos, maderas, artesanía u otros  productos, y que cumplen la doble misión de promocionar económicamente  estos territorios y al mismo tiempo realzar la viabilidad de los  sistemas de gestión y desarrollo respetuosos con el medio.
Determinadas  ayudas directas o cofinanciadas son de interés para promover  actuaciones de conservación de hábitats y especies por parte de  propietarios de explotaciones u otros agentes sociales. También, la  canalización de incentivos económicos en forma de medidas  compensatorias, medidas agroambientales y otros fondos comunitarios  favorecen el mantenimiento de las actividades agrícolas, ganaderas y  forestales y su compatibilización con otras diferentes.
Del  mismo modo, la asistencia técnica y el apoyo a las iniciativas locales,  a las fórmulas de trabajo cooperativo, a la gestión turística y a la  comercialización de productos constituyen un impulso favorable que debe  ejercerse desde las instituciones con el objetivo de creación y  mantenimiento de empleo, sin olvidar, en aquellos casos en que resulte  conveniente, la incentivación de la contratación de Por último, tiene  especial relevancia llegar a acuerdos consensuados para limitar el  consumo excesivo del recurso valioso que es el suelo de montaña. Así, es  conveniente desincentivar las operaciones urbanísticas y de  recalificación de suelos como fuente de recaudación para los municipios,  instituyendo a cambio otras vías de soporte financiero ambientalmente  coherentes y con un sólido fundamento ético, como son los pagos directos  o ecotasas indirectas en concepto de retribución por servicios  ambientales prestados al conjunto de la sociedad; por la calidad  ambiental de los productos ofertados, o como compensación por el coste  ambiental de la construcción y del turismo.
El  correcto entendimiento de la necesidad de estas medidas y de los  beneficios que de ellas se derivan es fundamental para su aceptación,  asunción y cumplimiento por parte de todos los sectores de la sociedad, y  los beneficios y retribuciones deben ser, por razones obvias,  especialmente generosos y evidentes para los colectivos locales. De ahí  la importancia, por una parte, de actuaciones adecuadas en materia de  información y sensibilización para los diferentes sectores implicados. Y  por otra, es preciso aunar el esfuerzo político, la reflexión pública y  la coordinación institucional a fin de elaborar un nuevo enfoque  económico para la conservación de las montañas, que contabilice y  compense sus muchas externalidades positivas, y logre sacar el máximo  partido a todas las vías de financiación disponibles.
17.- Investigación
En  lo que concierne a la protección y la gestión de las montañas, la  investigación debe entenderse como una herramienta integradora  fundamental que, en primer lugar, ha de aportar bases para la  comprensión de la complejidad existente en el funcionamiento de los  ecosistemas de montaña, en los ciclos de los recursos y en las  históricas interacciones del ser humano con el medio. En segundo lugar,  debe acometer el seguimiento científico de los procesos actualmente en  curso, incluyendo, entre otros, los efectos de la creciente presión  antrópica o del cambio climático en las montañas. Y en tercer lugar, ha  de aportar elementos de juicio para la corrección de los efectos no  deseados y para orientar la adecuada planificación, a medio y largo  plazo, para las políticas económicas, ambientales y sociales en las  regiones de montaña.
Para  ello, es imprescindible una planificación de la investigación que  incluya la determinación de los métodos científicos y los descriptores  más adecuados en cada uno de los campos, y en consecuencia un desarrollo  coordinado de las actuaciones planificadas.
También  en el desarrollo de la investigación debe otorgarse un papel  participativo a los pobladores de las montañas, y ello por varias  razones, entre ellas: por una parte, el aspecto práctico de las  múltiples oportunidades de formación, cualificación y empleo local,  especialmente entre los jóvenes. Asimismo, por sumano de obra local.  importancia para la toma de conciencia local en cuanto al papel  fundamental de las montañas para el conjunto de la sociedad. Por último,  los profundos conocimientos del medio que aún detentan los colectivos  más genuina y afectivamente arraigados a las montañas, razón que otorga  un gran peso a su integración y colaboración en todos los campos  -cultura, historia, medio ambiente, gestión de los recursos, prospectiva  y previsión de futuro- de la investigación en las áreas de montaña.
18.- Una propuesta de coordinación: el observatorio o red de soporte para las áreas de montaña
La  necesaria conjunción de criterios, voluntades y normativas, así como la  coordinación de las competencias políticas destinadas a favorecer la  conservación y el desarrollo equilibrado para el conjunto de los  territorios de montaña, podría promoverse, por ejemplo, mediante la  creación de un Observatorio o Red de ámbito estatal destinado al soporte  de las áreas de montaña, cuyos cometidos y funciones podrían ser los  siguientes:
En  una primera fase, promover el diálogo conjunto y el debate técnico con  las administraciones territoriales para, a) unificar los criterios  generales más adecuados para la creación de una política homogénea para  las montañas españolas, basada en la conservación de los recursos y en  la valorización sostenible de esta conservación; b) estudiar y coordinar  los instrumentos normativos y financieros más adecuados; c) fijar  estándares de calidad y umbrales no admisibles de impacto ambiental y  social para estrategias, planes, programas y proyectos, filtrando  aquellos proyectos que no debieran recibir cofinanciación comunitaria;  d) incorporar técnicas y modelos de eficacia probada en otras regiones  de montaña europeas.
En  una fase siguiente, y a partir de dicha coordinación de ideas y  principios, establecer una red territorial de centros de orientación  técnica de ámbito autonómico o comarcal, cuya misión consistiría en  favorecer las iniciativas locales para el desarrollo sostenible y de  impulsarlas allá donde falten. Para ello, cada uno de estos centros  tendría que contar en primer lugar con técnicos especialistas en  análisis del territorio, que trabajando conjuntamente con las  autoridades, organizaciones y otros actores locales consigan los  objetivos de:
Detectar las claves de la organización y dinámica del territorio.
• Identificar y evaluar los recursos existentes
Conocer las potencialidades y los obstáculos
Prevenir los riesgos
• Aprovechar las oportunidades
• Formular propuestas de ordenación y diseñar estrategias de
intervención localmente específicas, económicamente viables y
ambientalmente adecuadas (Planes de Desarrollo Local, Agendas
locales) Proponer el desarrollo de proyectos concretos
En  fases posteriores, y una vez formuladas las voluntades locales en forma  de un proyecto consensuado de futuro, la misión de la Red u  Observatorio de centros u oficinas comarcales consistiría en ofrecer  apoyo en todos los pasos sucesivos del proceso, lo que incluiría ceñirse  al guión marcado por lo establecido en el análisis territorial para,  por ejemplo,
•  facilitar formación a Agentes de Desarrollo Local designados por cada  comunidad para que sirvan como “equipo puente” entre la Red y la
comunidad local,
•  aportar (o formar) facilitadores para todos los pasos de los procesos  de participación encaminados a conseguir pactos operativos (entre  actores, autoridades, etcétera) que sienten las bases para cada Plan de  Desarrollo Local,
• catalizar ayudas, trámites y soluciones técnicas para todo el necesario
desarrollo posterior (infraestructuras y servicios, formación, fomento de
las profesiones de montaña, creación de empleo, promoción local y
etiquetas “montaña”, apoyo a la autoorganización, etcétera)
•  Seguimiento de los procesos locales mediante la caracterización de los  descriptores ambientales y socioeconómicos, a través del desarrollo de  sistemas de investigación destinados a la optimización permanente de los  procesos, con integración de los modelos satisfactorios y corrección y  encauzamiento de los efectos ambientales o sociales no deseados.
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